Cuando llevamos tiempo con una dieta hipocalórica, el saborear algo dulce que haga más amena una comida, como salsas cero calorías, te hacen llevar mucho mejor esa fase de dieta. La torta de avena empieza a saber a pastel, y es que los edulcorantes artificiales, en esos momentos, parecen ser el mejor invento de la historia.
El problema es que los edulcorantes artificiales tienen un lado un poco oscuro. Estudios han observado que las personas tienden a ganar, en lugar de perder peso, a medida que aumenta la ingesta de edulcorantes artificiales, relacionándose, a la vez, con un aumento del apetito y un mayor riesgo de síndrome metabólico, aunque esta última relación ha sido controvertida desde que se propuso.
El primer razonamiento abogaba que aquellos que usan la mayor cantidad de edulcorantes artificiales anhelan el sabor dulce más que la persona promedio y podrían simplemente tener una predisposición a comer en exceso y aumentar de peso. Otro razonamiento es que el sabor dulce en ausencia de calorías hace que las personas coman más alimentos en otras partes de su dieta, pues se planteó la hipótesis de que la respuesta fisiológica al sabor dulce puede estar relacionada con el contenido energético de los alimentos, y que la alteración de este equilibrio podría causar estragos en el control del apetito y la homeostasis energética.
La conexión entre los edulcorantes artificiales y el apetito sigue siendo un misterio, aunque, investigaciones de la conexión entre los edulcorantes artificiales y el aumento de peso a través de moscas han despejado incógnitas, ya que tienen sistemas que detectan la dulzura y el contenido calórico de los alimentos e, incluso, tienen algunas de las mismas vías de señalización de insulina y recompensa del sabor que están presentes en los humanos. Para ello, las moscas fueron alimentadas con sucralosa (es decir, el edulcorante artificial en Splenda) durante 5 días, lo que provocó un aumento en la ingesta de alimentos que volvió a la normalidad solo después de eliminar la sucralosa. La sucralosa también aumentó la sensibilidad de las moscas al sabor dulce, que nuevamente fue un efecto reversible. Para descartar la posibilidad de que fuera alguna propiedad de la sucralosa, y no el sabor dulce en general, lo que estaba causando este efecto, los investigadores usaron L-glucosa, otro agente no calórico que sabe dulce a las moscas. La L-glucosa tuvo el mismo efecto que la sucralosa, lo que confirma que el sabor dulce por sí solo conduce a un mayor consumo de alimentos. Los ratones alimentados con sucralosa también exhibieron alteración de la homeostasis de la glucosa, hiperactividad y sueño fragmentado, efectos que también se han informado en humanos en relación con el aspartamo, otro edulcorante artificial.
¿El efecto de la sucralosa en las moscas se debió al sabor dulce en sí mismo o a un desequilibrio entre el sabor dulce y el contenido energético real de los alimentos? Para responder a esta pregunta, los experimentos compararon la sucralosa directamente con el azúcar de mesa normal (sacarosa). Mientras que la sucralosa aumentó la ingesta de alimentos, la sacarosa, que también sabía dulce a las moscas pero contenía calorías, disminuyó la ingesta de alimentos. Esto sugirió que la sucralosa aumentó la ingesta de alimentos al crear un desequilibrio entre la dulzura y el contenido calórico. Si este fuera el caso, complementar las moscas alimentadas con sucralosa con un agente adicional que tiene calorías, pero no un sabor dulce, podría restaurar el equilibrio entre la dulzura y el contenido de energía, anulando el aumento del apetito. Esto es precisamente lo que sucedió cuando los investigadores le dieron sorbitol al grupo de la sucralosa, un alcohol de azúcar que contiene calorías pero no tiene un sabor dulce para las moscas.
O sea, resumiendo,
– La sucralosa aumentó la ingesta de alimentos, posiblemente creando un desequilibrio entre el sabor dulce y el contenido energético de los alimentos.
– Este efecto se revirtió al aumentar las calorías no dulces, restableciendo el equilibrio entre el sabor dulce y el contenido energético.
Estos resultados desvincularon la conclusión de que el sabor dulce de la ingesta de energía aumentó el apetito y el consumo de alimentos. Pero ¿por qué? La ingesta a largo plazo de alimentos endulzados con sucralosa en las moscas activaba la enzima AMPK en el sistema neuronal, lo que provocaba que ciertas células produjeran NPF, un neuropéptido que promueve el hambre. Esta misma vía de señalización se activó con el ayuno, lo que indica que el consumo de alimentos endulzados sintéticamente creaba un sabor dulce frente a un desequilibrio energético que imitaba los efectos del ayuno en el cerebro.
Por tanto,
–Agregar edulcorantes artificiales a la dieta provocó un sabor dulce frente a un desequilibrio energético que imitaba el efecto del ayuno en el cerebro
–Esto hizo que las moscas liberaran NPF, un neurotransmisor que aumenta el hambre.
Por otra parte, 7 días de consumo de sucralosa en ratones aumentaron significativamente la ingesta de alimentos. Esto no ocurrió en los ratones transgénicos que carecen del neurotransmisor NPY (el homólogo de los mamíferos del NPF de la mosca), lo que indica que, desde las moscas hasta los mamíferos, desacoplar el sabor dulce del contenido energético de los alimentos puede inducir una respuesta de ayuno neuronal que aumenta el apetito.
En conclusión,
–La sucralosa también aumentó la ingesta de alimentos en ratones, a través del aumento de los niveles de NPY.
–El NPY, que se encuentra en todos los mamíferos, incluidos los ratones y los humanos, es el análogo del NPF en las moscas. Dado que la sucralosa aumentó los niveles de NPY en ratones, también podría ocurrir en humanos
Con los siguientes datos, Wang et al sugirió que la creación de un desequilibrio entre el sabor dulce y la entrada de calorías podría debilitar la capacidad del sabor dulce para ser percibido como ingesta de energía, lo que desencadenaría una respuesta de ayuno contradictoria que aumenta el apetito. En otras palabras, la ingesta crónica de edulcorantes no nutritivos podría crear una situación en la que el cerebro ya no “cree” que un sabor dulce está conectado a una afluencia de energía. Esto plantea la posibilidad de que quienes usan muchos edulcorantes artificiales corran el riesgo de aumentar de peso de forma involuntaria.
Si bien esta idea está de acuerdo con los estudios publicados anteriormente que relacionan la ingesta de edulcorantes artificiales con el aumento del apetito y el aumento de peso en humanos, es difícil de probar, pero, el hecho de esta ‘vía de ayuno neuronal’ que integra el hambre, la dulzura y el contenido nutricional de los alimentos, desde las moscas hasta los mamíferos, sugiere que se debe tener precaución con los edulcorantes artificiales.Sin embargo, es importante enfatizar que los estudios en humanos sobre edulcorantes artificiales y regulación del apetito han reportado resultados mixtos. Esto sugiere que algunas personas pueden verse más afectadas que otras, si es que lo están. Esto nos lleva a la pregunta del millón, ¿me afectará a mí?
Las personas que siguen dietas restrictivas para perder grasa tienden a consumir edulcorantes artificiales, especialmente a medida que disminuye la ingesta de carbohidratos. Cuando se hace dieta baja en calorías, la evidencia reciente sugiere que los edulcorantes artificiales podrían aumentar el apetito al alterar el equilibrio entre el sabor dulce y la ingesta de energía. Por esta razón, puede ser recomendable limitar la ingesta de edulcorantes no nutritivos si no estás alcanzando tus objetivos de dieta/estado físico, especialmente si tiene problemas relacionados con el control del apetito. Si bien se necesita más investigación, cada vez hay más pruebas de que los edulcorantes no nutritivos pueden que no sean tan buenos amigos como se pensaba anteriormente.